SAMARKANDA

Si se habla de la Ruta de la Seda es inevitable que aparezca el nombre de Samarkanda. Son muchas las ciudades que, desde Roma o Constantinopla  hasta  China, formaban parte de esta ruta que canalizaba el intercambio de mercancías y saberes, e incluso seres humanos, entre Oriente y Occidente. Pero ninguna es tan conocida como Samarkanda.

La Ruta de la Seda debe su nombre a la mercancía más prestigiosa que circulaba por ella, la seda, cuya elaboración era un secreto que solo los chinos conocían. Pero además de este preciado tejido, un secreto tan bien guardado por las dinastías chinas que durante siglos se amenazó con pena de muerte a quien osara dar pistas sobre su elaboración, por los bazares de Asia Central también pasaban de mano en mano rumbo a Europa porcelanas, lacas, jade y hasta inventos chinos tan cruciales como la pólvora o el papel, mientras que las alforjas de camellos y yaks emprendían el camino de regreso repletas de oro, plata y marfil, de perfumes o de vidrio, el gran secreto entonces de los europeos.

Es una de las ciudades más antiguas del mundo aún habitadas. Es una encrucijada de culturas, de religiones, de saberes, de lenguas venidas de aquí y de allá… Cuando Alejandro Magno la vio por primera vez dijo: “Todo lo que había oído sobre Samarkanda es verdad, excepto que es más hermosa de lo que había imaginado”. Y sin embargo, fue mucho después de Alejandro cuando comenzó su apogeo como bisagra esencial de la Ruta de la Seda. Samarkanda floreció como un foco comercial de primer orden entre los siglos VI y VIII al calor de las idas y venidas de mercaderes.

Pero incluso aquellos días de gloria fueron superados en esplendor cuando, tras ser devastada completamente en el año 1220 por Gengis Khan, resurgió de sus cenizas medio siglo más tarde convertida en capital del imperio que Tamerlán expandió desde Delhi hasta Estambul. Cuanto queda hoy de lo que fue Samarkanda data sobre todo de esta época, en la que Tamerlán y sus sucesores la hicieron brillar. Y es que es suficiente plantarse frente a su Plaza del Registán para entender por qué merece la pena viajar hasta la lejana Uzbekistán.

Tiene probablemente los monumentos más grandiosos e impactantes no sólo del país, sino de Asia Central. Y eso, junto a la Historia que hay alrededor de Samarkanda, es tanto o más de lo que uno puede asimilar en un simple vistazo.

A partir del siglo XV, la Ruta de la Seda comenzó a languidecer lentamente al imponerse las rutas marítimas para mercadear con Oriente.

Samarkanda es Leyenda. Samarkanda no tiene mar, pero es azul.



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